Thursday, February 16, 2006

travesìa sin fin

este es una trenza de estrofas creadas entre una amiga y yo.


el humo que se moldea en mis pulmones se hace tan mío, que se desliza en las tinieblas de la conciencia que cae rendida ante los molares que mordisquean mis pies cabalgando fragilmente en los trigales nebulosos


Figuras fantasgóricas desprenden mis ventanas, gimen lastimeras, alargando hacía mí descarnadas tenazas, apago mis velas me hundo en lo profundo del ojo mayor, que me trasciende.


shhh... silencio... el susurro tras la nuca de las almas confiesan los imperdonables crímenes... destajando las pieles en pares, caen y caen en un desliz de la mejilla corroída por las lagrimas amargas, palpitares que rebotan en las cuatro paredes destrozando el silencio ensordecedor que comulga en el desbastador remordimiento en que el segundero tararea la serenata del tiempo insocegable


sumergida en la penuria del santuario que de comunión les sirve, abrigo en manos de hielo
Una fija idea de escapar del martirio que me tienen preparado cual banquete los mercaderes de almas sin destino.


Corremos descalzos, cansados de pisar el vidrio molido, beberemos un trago de bálsamos espigado, carcajadas sin forma revolotean y escupen injurias, almas sin destino que juegan bajo las faldas de musas provocativas endemoniadas, gimiendo en orgasmos depositados en los lechos penumbradores.


Fricción instantánea de pieles desarraigadas por la voz, fuerte del castigo, que fue destinado para los que se atreven a traspasar el muro destruido del cadalso, pervertido que alimenta, la pasión del enemigo.
El hada sonmolienta del martirio, desnuda ante los ojos del atosigador alevoso que cumplía siendo alma en pena su destino.


Exiliado el hombre, jugó con la desnudez la felicidad colgaba de los poros columpiándose de las estrellas a lo lejos que reían sin mas preocupación, una caricia, una manzana embutida en sangre, un castigo de eternidad... el paraíso esta bajo el fruto ensangrentado por el hombre victorioso.


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